miércoles, 4 de enero de 2012

EL DESIERTO DE LA VIDA


Todos hemos visto alguna vez el desierto. En la tele o en el cine, en una foto o en pintura. El desierto es terrible: un espacio y una tierra reseca y sin vida, ni agua, ni vegetación, ni animales ni casas con habitantes. El desierto carece de vida. Y por eso, con toda razón, se puede decir que el desierto es un espacio de muerte.
Por otra parte, en la vida es frecuente aplicar la imagen del desierto para explicar situaciones humanas, que de alguna manera se parecen a lo que es el desierto. Por ejemplo, cuando uno se siente solo y como abandonado se puede decir que vive en un desierto, aunque viva en una ciudad muy grande con miles de habitantes o en un bloque inmenso de pisos habitados. Lo mismo se puede decir de las situaciones de desolación, cuando uno se siente privado de lo que más ha querido en este mundo. O también en una situación de tristeza y desamparo cuando, por ejemplo, uno quiere profunda y desinteresadamente a una persona, pero se da cuenta que esa relación, en vez de ser correspondida, ha sido aprovechada de manera egoísta. Todos, de una manera o de otra, hemos pasado por situaciones de este tipo. Y por eso sabemos lo que es el desierto en nuestra vida.
Ahora bien, el tema del desierto es uno de los temas más importantes para comprender a los profetas, ya que ellos hablan, con frecuencia, de este asunto. En este sentido, hoy vamos a recordar un texto genial del profeta Jeremías: "Recuerdo tu cariño de joven, tu amor de novia, cuando me seguías por el desierto, por tierra reseca. Israel era sagrada para el Señor, primicia de su cosecha: quien se atrevía a comer de ella lo pagaba, la desgracia caía sobre él -oráculo del Señor-. Escuchad la Palabra del Señor, casa de Jacob, tribus todas de Israel: así dice el Señor: ¿Qué falta encontraron en mi vuestros padres, para alejarse de mí? Siguieron vaciedades y se quedaron vacíos, en vez de preguntar: ¿Dónde está el Señor, que nos guió por el desierto, por estepas y barrancos, por tierra sedienta y oscura, tierra que nadie atraviesa, que el hombre no habita?".  (Jer 2,2-6)
Si nos fijamos despacio en este texto admirable del profeta, Jeremías, veremos enseguida que en él se reflejan tres reacciones distintas que el desierto provoca en el pueblo con relación a su Dios Jehovah. Vamos a explicar cada una de esas reacciones. Porque eso contiene grandes enseñanzas para nosotros también.

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