martes, 25 de mayo de 2010

¿Cómo puede mantenerse la integridad espiritual?


Establecer nuestra perspectiva

En primer lugar, el pentecostal o carismático considera el bautismo del Espíritu Santo como una experiencia subsecuente a la conversión cristiana: algo que ocurre a través de un proceso de entrega completa al Espíritu que nos llena y guía. Estamos de acuerdo con que el Espíritu Santo obra en cada creyente y en los varios ministerios de la Iglesia. Aun así cada creyente debe contestar la pregunta de Hechos 19.2: «¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?»
Aquí deben examinarse dos expresiones:

1. Se entiende que, al hablar del «bautismo del Espíritu Santo», el movimiento pentecostal-carismático tradicional no se refiere a ese bautismo del Espíritu Santo que se produce en la conversión, mediante el cual el creyente es integrado al cuerpo de Cristo por medio de la fe en su obra redentora en la cruz (1 Co 12.13). Pero, ningún carismático bíblico ve al cristiano que no es carismático como «menos salvo» o menos espiritual que él. El bautismo con o en el Espíritu Santo (Jn 1.33; Hch 1.5) fue y está dirigido por el Señor Jesús para que sea «recibido» (Jn 20.22; Hch 1.8) como un «don» que había de otorgarse después de su ascensión (Jn 7.39; Hch 2.38, 39). Sin embargo, si alguien prefiere desestimar esta terminología, sostenemos que experimentar la plenitud del Espíritu en espíritu de unidad es más importante que crear divisiones entre nosotros o disminuir nuestra pasión por recibir Su plenitud a causa de diferencias en terminologías teológicas o prácticas.

2. Cuando habla del proceso de «rendirse por completo al Espíritu» el movimiento pentecostal-carismático no entiende: (a) pasividad de mente, o (b) un estado de hipnosis autoprovocada o de «trance». En lugar de ello, esta terminología alude a una búsqueda consciente y ferviente de Dios. La mente permanece activa, adorando a Jesucristo, el que bautiza con el Espíritu Santo (Jn 1.33). La emoción crece mientras el amor de Dios se derrama en nuestros corazones (Ro 5.5). El ser físico participa de ello, mientras se adora y alaba, elevando la voz en oración (Hch 4.24) o las manos para adorar (Sal 63.1–5).

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