sábado, 20 de marzo de 2010

¿Cómo Nos Ayudan Las Tribulaciones?


Pedro nos amonestó: … no os maravilléis cuando sois examinados por fuego, lo cual se hace para vuestra prueba, como si alguna cosa peregrina os aconteciese” (1 P 4:12).

Un ministro anciano amigo mío, me dijo hace unos años: “Hermano Ralph, cuando usted se esfuerza en seguir a Dios, el mundo se le opone. Cuando usted trata de adentrarse más  en Dios, su naturaleza carnal le hará resistencia. Cuando trata de elevarse más con Dios, las potestades y poderes demoníacos que habitan en los aires le declararán la guerra”.

De ninguna otra manera confrontamos más resistencia que cuando decidimos establecer un tiempo devocional diario para esperar en Dios. Cuando hace la seria decisión de buscar el rostro de Dios, tiene que estar dispuesto a afrontar oposiciones y pruebas.

Es de gran consuelo saber que a pesar de las pruebas y tribulaciones, …todas las cosas les ayudan a bien a los que a Dios aman, a saber, a los que conforme al propósito son llamados” (Ro 8:28).

A medida que esperamos en Dios, Él enciende el fuego de las aflicciones, las pruebas y tentaciones, a fin de pasar nuestras vidas por el fuego purificador. Cuando lleguemos al “punto de ebullición”, dos cosas suceden como resultado: 

         1)  La escoria (impurezas) del pecado y del yo es purificada.

2) El poder de Dios comienza a obrar en nosotros y a través de nosotros con consecuencias emocionantes y sobrenaturales.

Cuando coloca una olla de cocina llena de agua sobre el fuego, el agua hervirá eventualmente. Usted no podrá acelerarla para que hierva, ni prevenir que hierva por medio de observar el agua, ni tampoco podrá lograrlo si la menea o la ignora. A pesar de lo que haga, el agua hervirá a su debido tiempo cuando alcance la temperatura apropiada. La ebullición o hervor, es el resultado de la aplicación del calor del agua sobre sí misma.

De la misma manera, cuando pasamos por el fuego de las aflicciones o tribulaciones, suceden cosas en nuestro interior sin ningún esfuerzo de nuestra parte. Éstas, son producto del calor de Dios cuando es aplicado al agua de la naturaleza humana. Es entonces cuando experimentamos cambios internos. Nuestros motivos son purificados. Nuestro deseo de pecar es calcinado. … el que ha padecido en la carne, cesó de pecado” (1 P 4:1).

Sí, esto es cierto: pero los que esperan a Jehová [por Su tiempo ya designado en oración y ayuno], tendrán nuevas fuerzas…” (Is 40:30, 31).


Ralh Mahoney


lunes, 15 de marzo de 2010

AMOR


El amor es activo y demanda expresión. No es nunca pasivo. El amor es transitivo, demanda un objeto. El amor es servicio y sacrificio.
El verdadero amor esta bajo el control de nuestra voluntad, en lugar de ser una fortuita ráfaga fuera de control. Por lo tanto, no hay excusa para un liderazgo sin amor.
El líder que se asemeja a Cristo ama a Dios, se ama a si mismo y a su prójimo. Es emocionalmente sano porque su vida espiritual es saludable.
El líder mantiene una actitud triunfadora, obedeciendo fielmente los dos mandamientos de Jesús que marcan el punto de partida de un liderazgo superior. Un experto de la ley interrogo una vez a Jesús diciéndole: “Maestro, ¿Cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: “Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amaras a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:36-39).
En estos dos mandamientos del Señor sobresalen tres áreas del amor: primero, el amor hacia Dios; segundo, el amor hacia el prójimo y tercero, el amor hacia uno mismo. El amor que Dios ha demostrado hacia nosotros nos ofrece el ejemplo definitivo de lo que debe ser al amor. Su amor es la comunicación de su ser a nosotros, en espíritu de beneficencia y ayuda. La palabra beneficencia significa la palabra de hacer el bien: bondad activa, amabilidad, caridad, literalmente hacer el bien. El amar a Dios, como nos manda aquí Cristo, significa responder comunicándonos con Dios dándole lo que él nos ha dado ha nosotros. Esto lo demostramos con el amor a nuestro prójimo, que debe ser según el ejemplo del amor de Dios hacia nosotros. Jesus habla acerca de esto. Jesús habla acerca de esto como dar un vaso de agua fresca o visitar a alguien en la cárcel “en mi nombre”. Y el amor por nosotros mismos tiene su origen el hecho de que Dios nos ama. Al comprender y creer que Dios nos ama, nos perdona y nos acepta tal y como somos es cuando podemos tener un concepto sano de nosotros mismos.


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