miércoles, 24 de noviembre de 2010

Él no te dejará



Él no te dejará, no importa si el mundo te da la espalda, Jesús siempre estará contigo. 

Lectura Romanos 8:38-39. 

Un famoso investigador hizo un estudio sobre los orfanatos en Latinoamérica e hizo un registro de noventa y siete niños de cierto orfanato en Suramérica, niños de edades comprendidas de tres a seis años. Era un orfanato donde había suficientes fondos para alimentos, servicios y demás gastos pero no alcanzaba para contratar el suficiente personal para que los niños recibieran afecto por medio del contacto físico. 

Aunque no había hambre en ese lugar, no había tiempo para hablarle a los niños como una madre lo hace, por lo que los primeros tres meses una gran parte de niños les faltó el apetito, otros tenían una mirada vacía, y a los cinco meses había un deterioro más serio en ellos, tenían rostros torcidos y cuando las enfermeras los alzaban, gritaban aterrorizados. En el primer año, murieron veintisiete niños por falta de contacto, en los siguientes dos años murieron sesenta y los restantes sufrieron serios daños. 

El rechazo es una de las armas satánicas más fuertes que el diablo ha puesto en nuestra humanidad; baja la autoestima, las capacidades de la persona. Una persona víctima del rechazo se vuelve posesiva para poder protegerse; si es celosa, no permite que los demás tengan compañerismo con otros y eso hace que haya más rechazo y se aísla. 

Cuando uno de los cónyuges comete adulterio, el otro se siente rechazado, menospreciado y eso abre puertas a todo lo que trae consigo el rechazo. 

Igual en la orfandad, la muerte de los padres produce rechazo en los niños quienes se sienten culpables de que eso haya sucedido. A veces, hay rechazo cuando el sexo del hijo no es el que los papás querían, el niño siente ese rechazo; otro, es cuando se tiene un hijo muy seguido a otro, para los papás ese niño no llega oportunamente, pues no fue planeado. 

El divorcio también hace que las personas sufran consecuencias emocionales terribles: amargura, depresión, aislamiento, hostilidad, rebeldía y a veces, hasta enfermedades mentales. Algunos se comen las uñas, tienen pensamientos de lujuria porque se sienten carentes de afecto. Los mayores presentan esquizofrenia, a veces estallan en ira obstinada, producto de la falta de afecto y del rechazo. 

Podemos ser libres de ese espíritu de rechazo y esas heridas. Hay armas en contra del rechazo; no solo los niños se sienten rechazados, sino también nosotros los adultos; como cristianos a veces nos sentimos rechazados por los comentarios de otros, de otras congregaciones, etcétera. Jesús dijo que nos aborrecerían por causa de Su nombre, familiares, amigos, compañeros de trabajo. 

Estas son las armas contra el rechazo: 

1. El perdón. 
2. Echar fuera ese espíritu y sus efectos. 
3. Recibir el Amor del Padre Celestial. 

José es un ejemplo de una vida en rechazo; cuando su mamá Raquel, quedó embarazada de 
Benjamín, murió, por lo que a temprana edad quedó José huérfano de madre, y su padre Jacob lo protegió en amor, lo consintió y lo amó más que al resto de sus hermanos y por ende, era la envidia de sus hermanos, quienes un día se encarnecieron contra él, burlándose y vendiéndolo como esclavo en Egipto, aún siendo hijo del hombre más rico de esa época. José era rico, era nieto de Abraham, e Isaac. Nieto del hijo de la promesa, por lo que seguramente pensaba diariamente que su papá vendría a buscarlo, así le tocara mover cielo y tierra, su papá pagaría su rescate, lo buscaría hasta hallarle, pero como a su papá le fue dicho que él había muerto producto de un animal salvaje, eso nunca sucedió. En Egipto fue esclavo con la esperanza de que su papá lo librara, sufrió una difamación que lo hizo esclavo desde los 18 hasta los 27 años, y hasta dos años después estuvo en prisión, sabiendo que sus hermanos eran los causantes de todos sus problemas, los perdonó y salió de la cárcel para gobernar a Egipto. Si él no hubiera perdonado a sus hermanos no hubiera salido de ahí. 

Cuando Dios le dio una esposa a José y un hijo, le puso por nombre al primero Manasés, que significa “el que me hace olvidar”, que le permite a uno perdonar. Manasés es nuestro nuevo nacimiento en Cristo Jesús. La Biblia dice que el que no perdona es entregado a verdugos, por eso Dios cuidó su corazón; por eso cuando sus hermanos llegan diecisiete años después, él les dijo “no teman, porque Dios permitió esto para preservación de ustedes,”. Por ese amor, encontró su propósito. Cuando usted camina en ese propósito, cuando está encarrilado en la visión, todo le ayuda, nada le podrá separar del amor de Dios en Cristo Jesús, a los que son llamados a sus propósitos y hemos sido llamados a sus propósitos. 

Esteban, el primer mártir del Evangelio, aún siendo apedreado también pidió perdón por quienes lo herían y pudo ser libre del rechazo. Lo segundo es echar fuera ese espíritu inmundo del rechazo en el Nombre de Jesús, y las consecuencias de ese espíritu también se van. Lo tercero es la medicina del Amor del Padre. La Iglesia no ha encontrado la dimensión del amor del Padre es porque les cuesta entender la relación con nuestro Padre Celestial, producto de las relaciones con su padre terrenal. La religión y la tradición nos tergiversó el concepto de Dios, esos cuadros de las ánimas del purgatorio, con un “Dios castigador”, inalcanzable, todo lo malo que le pasaba a uno era porque Dios lo castigaba, nos intimidaron con eso, por eso acercarnos a Dios cuando uno peca, le da miedo. 

Un día me puse a examinar el porqué del Padre Nuestro, que dice primero: “danos el pan de cada día” y luego, “perdón por nuestras ofensas”. Es que no es necesario pedir perdón primero, si la naturaleza de Dios es más de Padre que de Juez; Él es tu Papá Celestial, nuestro Abba Padre. 

La otra razón es la relación que tenemos con nuestro padre terrenal. Si tu padre te falló, crees que Dios también, si tu papá cometió injusticia crees que Dios también, o si tienes un papá abusador, o permisivo, crees que Dios también lo será. Lo otro que te hace creer que Dios se apartó de ti, es producto de la maldad del diablo que te hace tener sentimientos de culpa; el diablo es el padre de mentira, que te odia, te aflige y te oprime, pero Dios es Padre de Amor. 

Una persona que tenía en su familia un espíritu de enfermedad, al ver a su esposa que moría enferma, votó la Biblia en una chimenea molesto porque creía que era producto de Dios, como los religiosos que nos dicen “acepte lo que Dios envía”. Así como pasó con Jhon Giley, al tirar su Biblia en su chimenea, quedó abierta en Hechos 10:38, donde dice que Jesús es quien sana y que el diablo es el que oprime. La enfermedad es del diablo, pero Dios envío a Jesucristo de Nazaret para sanar a todos. Dios es bueno, pero el diablo sólo viene a matar, robar y destruir. 

Nuestro Padre es lo mejor, Él cumple todo lo que promete. Dios nunca falla, cuando suelta una palabra nunca volverá a Él vacía. Aunque mi padre y mi madre me falten, con todo Dios me recogerá. 

Si alguien matara a tu hijo, te levantas contra él y lo matas es venganza, pero si lo entregas a prisión es justicia. Y si lo tomas, lo adoptas y le das trato de hijo se llama gracia; eso fue lo que Dios hizo con todos nosotros que aun perdidos en delitos y pecados, nos llevó a lugares celestiales a sentarnos con Cristo. Me lavó con Su Sangre y me vistió con vestiduras celestiales, ese es el Amor de Dios, el Padre me ama. 

Él está contigo, nada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor Nuestro. 

Eres el objeto del amor del Padre, no importa que padre o madre se olvide de ti, Él no te dejará, no importa si el mundo te da la espalda, Jesús siempre estará contigo. Aún cuando Dios disciplina, lo hace por amor y no a través de la enfermedad. Ahora tu vida está segura en Cristo Jesús, arraigado y cimentado en el amor del Padre, aunque padre y madre te dejen, Jehová con todo te recogerá, recibe el amor de Dios que es en Cristo Jesús.

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