jueves, 3 de julio de 2025

"Abraham se vio a sí mismo como padre de muchas naciones; vio con los ojos de la fe."

 Cuando Abraham recibió la promesa de Dios de que sería el padre de muchas naciones, no tenía nada visible que respaldara esa declaración. Era un hombre avanzado en edad, sin hijos, y su esposa Sara era estéril. Sin embargo, Abraham no miró con los ojos de la carne, sino con los ojos de la fe. Él creyó que lo que Dios había dicho, Él lo cumpliría.

La Biblia nos enseña en Romanos 4:18-21 : “Contra toda esperanza, creyó con esperanza, para llegar a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que se le había dicho: ‘Así será tu descendencia.’ Sin debilitarse en la fe, consideró su propio cuerpo ya como muerto (siendo de casi cien años) y también el vientre muerto de Sara. Pero respecto a la promesa de Dios, no dudó con incredulidad, sino que fue fortalecido en la fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios era capaz de hacer lo que había prometido.”

Abraham entendió algo profundo: la fe no se basa en lo que vemos o tocamos, sino en Quién ha hablado. La Palabra de Dios es suficiente para sostener nuestra confianza, incluso cuando las circunstancias parecen imposibles. Abraham no solo creyó una vez, sino que mantuvo su fe firme durante años, enfrentando desafíos y pruebas, pero siempre anclándose en la promesa divina.

Hoy, podemos aprender de Abraham a ver más allá de nuestras limitaciones humanas. No importa cuán grande sea el obstáculo o cuán imposible parezca el sueño que Dios ha puesto en tu corazón. Si Él lo ha dicho, Él lo hará realidad. Dios no miente, y Su palabra nunca falla. Cuando aprendemos a ver con los ojos de la fe, comenzamos a caminar en el propósito que Él tiene para nosotros.

Así que, si hoy te sientes débil, cansado o rodeado de imposibilidades, recuerda el ejemplo de Abraham. La fe no depende de tus fuerzas, sino de la fidelidad de Dios. Cree contra toda esperanza, porque el Dios que hizo la promesa sigue siendo fiel. ¡Ánimo, alma querida! Lo que Él ha prometido, ciertamente cumplirá. 🌟✝️



lunes, 23 de junio de 2025

¡Despierta! La Verdadera Riqueza Espera Tu Corazón

 


En un mundo obsesionado con acumular, poseer y exhibir, hay un mensaje milenario que resuena con una claridad asombrosa hoy, aquí, en Guayaquil y en cada rincón del planeta. Es una verdad liberadora que, si la abrazamos, puede transformar no solo nuestra vida, sino la forma en que percibimos la existencia misma.

Estamos hablando de la radical enseñanza de Jesús sobre el dinero y las posesiones. A menudo malinterpretada, esta enseñanza no es una condena, ni un castigo, ni una carga imposible de llevar. ¡Todo lo contrario! Es una invitación gloriosa a la libertad más profunda que un ser humano puede experimentar.

El Yugo Invisible de lo Material

¿Alguna vez te has sentido atrapado por la búsqueda incesante de "más"? ¿Por la ansiedad que genera el no tener suficiente, el miedo a perder lo que tienes, o la presión de mantener un cierto estilo de vida? Esa es la carga pesada del yugo material, un peso que nos ata a un ciclo de preocupación y descontento. La sabiduría de Jesús nos ofrece una salida, una ruptura con esa cadena invisible.

No es que el dinero sea inherentemente malo; el problema surge cuando el dinero se convierte en nuestro dios. Cuando el valor que le damos a las cosas eclipsa el valor de las personas, del amor, de la compasión, entonces caemos en la tentación de la idolatría. Y en esa idolatría, nos volvemos ciegos. Ciegos ante las necesidades del prójimo, ante la injusticia que nos rodea, ante la posibilidad de usar nuestros recursos para el bien mayor.

Una Visión Transformadora del Reino

Pero hay una perspectiva diferente, una que no solo informa tu mente, sino que transforma tu corazón. Es la visión del Reino de Dios, donde la moneda de cambio no es el oro ni la plata, sino el servicio desinteresado, la búsqueda apasionada de la justicia y el amor incondicional.

Imagínate un mundo, una comunidad, una familia, donde la verdadera riqueza se mide por:

 * Cuánta bondad has sembrado.

 * Cuántas vidas has tocado con tu compasión.

 * Cuánto has contribuido a aliviar el sufrimiento de otros.

 * Cuán activamente has luchado por la equidad y la dignidad para todos.

Esta es la promesa de Jesús: al desprendernos del apego obsesivo a lo material, no perdemos nada valioso. Por el contrario, ganamos una libertad asombrosa: la libertad de la ansiedad, la libertad de la avaricia, la libertad de una vida vacía centrada en uno mismo. Abrimos espacio para lo que realmente importa, para invertir en tesoros que ni la polilla ni el óxido pueden destruir, ni los ladrones pueden robar.

Hoy, elige la libertad. Elige el Reino donde el amor es la moneda más valiosa y el servicio la mayor fortuna. ¿Estás listo para redefinir lo que significa ser verdaderamente rico?

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